











Montañas de Bóreas
La obra "Montañas de Bóreas", es un tríptico vertical que captura un impresionante paisaje nocturno dominado por tonos azules profundos y claros. La escena se divide horizontalmente por una línea de horizonte nítida que separa un cielo nublado y estrellado de un cuerpo de agua sereno que refleja fielmente la parte superior.
En la mitad superior, el cielo está poblado por densas nubes de un azul pálido casi blanco, que se extienden en bandas horizontales y diagonales, creando una sensación de movimiento y profundidad. Entre las nubes, se insinúan parches de un azul más oscuro, salpicados de diminutos puntos blancos que representan estrellas, sugiriendo una noche clara a pesar de la nubosidad. En el centro, un majestuoso grupo de montañas de picos afilados y siluetas oscuras se alza, cubiertas por lo que parecen ser nubes bajas o niebla, que se mimetizan con el cielo. La técnica de las nubes y las estrellas crea una atmósfera etérea y casi mágica.
La mitad inferior de la obra es un reflejo casi perfecto de la superior, con las montañas y las nubes replicadas en la superficie del agua. Sin embargo, el reflejo no es una copia estática; las nubes reflejadas en el agua parecen tener una textura más fluida y distorsionada, lo que añade una capa de realismo y dinamismo al efecto espejo. El agua misma es de un azul oscuro, casi negro, lo que intensifica el contraste con las nubes claras.
La composición en tríptico divide visualmente la obra en tres paneles verticales, lo que podría acentuar la altura de las montañas y la vastedad del paisaje. El uso predominante del azul, en sus diversas tonalidades, crea una atmósfera de calma, misterio y frialdad, evocando la naturaleza invernal o nocturna asociada con el concepto de "Bóreas" (el viento del norte). La obra invita a la contemplación y sumerge al espectador en un paisaje onírico y sereno.
La obra "Montañas de Bóreas", es un tríptico vertical que captura un impresionante paisaje nocturno dominado por tonos azules profundos y claros. La escena se divide horizontalmente por una línea de horizonte nítida que separa un cielo nublado y estrellado de un cuerpo de agua sereno que refleja fielmente la parte superior.
En la mitad superior, el cielo está poblado por densas nubes de un azul pálido casi blanco, que se extienden en bandas horizontales y diagonales, creando una sensación de movimiento y profundidad. Entre las nubes, se insinúan parches de un azul más oscuro, salpicados de diminutos puntos blancos que representan estrellas, sugiriendo una noche clara a pesar de la nubosidad. En el centro, un majestuoso grupo de montañas de picos afilados y siluetas oscuras se alza, cubiertas por lo que parecen ser nubes bajas o niebla, que se mimetizan con el cielo. La técnica de las nubes y las estrellas crea una atmósfera etérea y casi mágica.
La mitad inferior de la obra es un reflejo casi perfecto de la superior, con las montañas y las nubes replicadas en la superficie del agua. Sin embargo, el reflejo no es una copia estática; las nubes reflejadas en el agua parecen tener una textura más fluida y distorsionada, lo que añade una capa de realismo y dinamismo al efecto espejo. El agua misma es de un azul oscuro, casi negro, lo que intensifica el contraste con las nubes claras.
La composición en tríptico divide visualmente la obra en tres paneles verticales, lo que podría acentuar la altura de las montañas y la vastedad del paisaje. El uso predominante del azul, en sus diversas tonalidades, crea una atmósfera de calma, misterio y frialdad, evocando la naturaleza invernal o nocturna asociada con el concepto de "Bóreas" (el viento del norte). La obra invita a la contemplación y sumerge al espectador en un paisaje onírico y sereno.
Técnica mixta sobre lienzo montado sobre bastidor en formato “Tríptico”
Medidas 30 x 60 cm cada panel, en total mide 90 x 60 cm