





Danza de tierra
La pintura “Danza de Tierra” exhibe una sinfonía de colores vibrantes que evocan la majestuosidad de la naturaleza. En el centro, un remolino de azules profundos se entremezcla con destellos dorados, creando una sensación de movimiento que recuerda a las placas tectónicas. Las pinceladas son audaces, casi tridimensionales, que sugieren una energía latente mientras parecen fluir.
Los matices de dorados y azules se despliegan como si fueran placas resplandecientes, alimentando la atmósfera de misterio. Cada trazo está impregnado de emoción, una danza entre la luz y la oscuridad que simboliza el equilibrio de la tierra. Al contemplar esta obra, uno se siente invitado a explorar lo desconocido, a perderse en la vastedad del infinito. Las formas abstractas sugieren observaciones dispersas, donde cada elemento parece contar una historia.
La obra, en su totalidad, es una celebración del expresionismo abstracto, un homenaje a la belleza sublime de la naturaleza, donde la imaginación se encuentra con la realidad.
La pintura “Danza de Tierra” exhibe una sinfonía de colores vibrantes que evocan la majestuosidad de la naturaleza. En el centro, un remolino de azules profundos se entremezcla con destellos dorados, creando una sensación de movimiento que recuerda a las placas tectónicas. Las pinceladas son audaces, casi tridimensionales, que sugieren una energía latente mientras parecen fluir.
Los matices de dorados y azules se despliegan como si fueran placas resplandecientes, alimentando la atmósfera de misterio. Cada trazo está impregnado de emoción, una danza entre la luz y la oscuridad que simboliza el equilibrio de la tierra. Al contemplar esta obra, uno se siente invitado a explorar lo desconocido, a perderse en la vastedad del infinito. Las formas abstractas sugieren observaciones dispersas, donde cada elemento parece contar una historia.
La obra, en su totalidad, es una celebración del expresionismo abstracto, un homenaje a la belleza sublime de la naturaleza, donde la imaginación se encuentra con la realidad.
La pintura “Danza de Tierra” exhibe una sinfonía de colores vibrantes que evocan la majestuosidad de la naturaleza. En el centro, un remolino de azules profundos se entremezcla con destellos dorados, creando una sensación de movimiento que recuerda a las placas tectónicas. Las pinceladas son audaces, casi tridimensionales, que sugieren una energía latente mientras parecen fluir.
Los matices de dorados y azules se despliegan como si fueran placas resplandecientes, alimentando la atmósfera de misterio. Cada trazo está impregnado de emoción, una danza entre la luz y la oscuridad que simboliza el equilibrio de la tierra. Al contemplar esta obra, uno se siente invitado a explorar lo desconocido, a perderse en la vastedad del infinito. Las formas abstractas sugieren observaciones dispersas, donde cada elemento parece contar una historia.
La obra, en su totalidad, es una celebración del expresionismo abstracto, un homenaje a la belleza sublime de la naturaleza, donde la imaginación se encuentra con la realidad.
Obra realizada sobre tabla mediante técnicas mixtas.
Medidas 50x60 cm